Adiós

El día que salí de aquel lugar, la señora con la que viaje todo el camino hasta la frontera me dijo "estás acostumbrada a las despedidas ¿verdad?" mi cara de incógnita la hizo no preguntar más. Siete años después la recuerdo, la entiendo y la maldigo.

Hay quienes son populares, quienes tienen muchas parejas, quienes tienen hijos, quienes aman, quienes esperan, quienes se van y quienes se despiden, a estos últimos pertenezco yo.

Desde hace nueve años soy aquella que siempre se está yendo, "siempre y hacia ninguna parte" la que llora con cada adiós -los hasta luego no existen- la que sabe que nada dura más de lo que uno quisiera, la que no intenta detener aquello que no le pertenece... y no me gusta.

Una vez más hay que decir adiós, solo que ahora agrego una variable más a la ecuación sin lógica que soy: no duele. Me dijo que se va y esperé a que mis lágrimas brotaran, las manos me temblaran y la vista se me nublara, esperé uno... dos... tres... ni siquiera recuerdo qué fue lo que dijo, yo esperaba desvanecerme en el piso de aquel laboratorio, esperé... y no pasó nada. El tema no es si lo quiero sino ¿por qué no duele? ¿termina la costumbre por entumir la emoción?

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