La aventura de limpiar un escritorio

Ayer desperté con ganas de hacer algo arriesgado... arreglé mi escritorio.
El pobre estaba como mi alma, revuelta y patas arriba, un campo de guerra donde comienzan a germinar nuevas semillas. Fue duro. Así que junte todo el valor acumulado durante una noche de sueños sin sentido y puse manos a la obra.
Me armé de un cesto de basura, un trapo para atrapar todo el jodido polvo que se empeña en joderme la nariz, cera para muebles y sentido de riesgo; vi con cierta nostalgia el tilichero bien distribuido y dudé.
Aún así me aventuré y encontré el borrador de una carta que ya llegó a su destino, el borrador de un escrito que todavía no me aceptan, una envoltura de chocolate Simphony, mi cámara análoga de las bellas fotos (instagram le queda pero si bajo el suelo), mi Mujeres de ojos grandes, la cajetilla de delicados sin filtro que le robé al abuelo del altar de muertos, la foto de mi ingeniero favorito en la secundaria, una flor de laurel, un boleto de cine, la reservación de un vuelo próximo, mi disco perdido de Bessie Smith, la agenda que llevé en mis primeros años universitarios, un arete de semilla de durazno que creí perdido, una aspirina, un poema escrito en un post... Eso, el escritorio estaba como mi alma, desordenado y feliz.

Comentarios

Julia ha dicho que…
Suele pasarme a mí también, a veces pienso que mi escritorio refleja mi personalidad, pero mira que también a veces hay que hacer limpieza de alma.
Un abrazo Malena. Lindo blog, me encantaron tus letras. Nos leemos entonces.

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