¿Viva México? pues sí, que viva.

Es difícil. Rodeada de toda una parafernalia que busca desquitar los 200 años de yugo light, me es difícil pensar en celebrar el bicentenario.
Me eduqué en un lugar donde ser antipatriotico es antinatural -como si las nacionalidades lo fueran- participé en todos los desfiles, en todas las representaciones, fui Adelita y Leona Vicario, me puse el traje de veracruzana, oaxaqueña, guerrerense, vaquerita, fuí mexica en un sacrificio y revolucionario con pistola de madera; cada año durante al menos 10, grité con toda mi convicción de niña un ¡Viva México! que nacía autentico, comí pozole con tostadas y cochinita pibil con su cebolla morada, quemé cohetes y palomas en el asfalto húmedo de las lluvias de septiembre, canté el himno nacional en concursos de coros juveniles, fui todo lo que mi país me pidió, incluso creo que a mis 18 años me hubiera ido a las armas con el EZLN de no ser porque tenía que trabajar. Entonces, con algo de razón me pregunta un compañero que se crió aquí, en el norte del país ¿por qué te es tan difícil entonces festejar el bicentenario y ponerte patriota? Si Mica -que también se crió en el norte- me da permiso y no se enoja diré que es porque también soy analítica en exceso con indicadores de obsesión compulsión, diría la maestra Solache, y no puedo hacerme de la vista gorda.
Soy fanática de las culturas, me parecen fascinantes y cuando se trata de la mía me pongo más pasional. Hoy festejo las bellezas de mi país, su amplio territorio y la variedad de su gente; festejo la cultura culinaria con todo y los churros locos, la música tradicional, los usos y tradiciones que dan sentido a tanto, la cultura prehispánica que prevalece aunque muchos no quieran, festejo los monumentos, los escritores, artistas y lugares, un largo etc lleno de lugares comunes. No celebro la hipocrecía y cinismo con que el mexicano sigue escondiendo sus ineficiencias y responsabilidades en las fiestas que regalan asueto, ni el desorden en que vivimos desde hace mucho tiempo, menos aún la indiferencia de la que hacemos gala y de la que nos mofamos a la menor provocación.
No podré celebrar hasta que pueda dar una respuesta decente a la pregunta que leí en un muro cuando salí de mi lugar de origen ¿Qué has hecho tú por el México del que te precias?
Por el momento me quedo con mi garganta en nudo desde siempre al entonar el himno nacional.
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