La colcha de Barbie

Hace 2 semanas cumplí 26 años. Fue un cumpleaños muy especial, poco común y lleno de incertidumbre, la fiesta fue en un quirófano y mi mejor regalo fue salir viva. 

Hace una semana tendría que haber tomado un avión que me llevara a la ciudad de mis sueños idealistas, Santiago, pero una herida de 15 cm en la panza no me dejará hacerlo y no importa, no me duele, por alguna razón no tengo roto el corazón por un viaje frustrado. 

Yo iba por el mundo diciendo que no le tenía miedo a la muerte, que estaba lista para morir el día que fuera preciso y que no tenía asuntos pendientes con nadie... qué mentira más grande. Jamás me imagine llorando en los brazos de mi padre por tener miedo de morir, el discurso sobre la muerte que llegué a armar tiempo atrás para decírselo a mis hermanas nunca me pareció tan insuficiente; desde los 16 años cargo con mi tarjeta de donador de órganos a todos lados y nunca me imaginé avisar al cirujano que la tarjeta entraría en servicio si era preciso. Nunca me imaginé tantas cosas.

Tenía 8 años cuando mi mamá llegó del centro con dos grandes paquetes. En ese entonces mi vida eran las tablas de multiplicar y las muñecas, así que lo más seguro es que ese día haya batallado con las tablas y jugado con las muñecas, lo que sí recuerdo bien es que al final del día lucían sobre mi cama y la de mi hermana, unas colchas nuevas y relucientes que mostraban a la famosa barbie con una flor en la sien. Ese día me sentí tan querida, tan cobijada por mamá que 18 años después al ver a mi hermana menor poner la misma colcha en mi cama, sigo sintiendo su abrazo y su protección.

Mucha gente me dice que renací, que es mi segunda oportunidad, no sé, no pienso en ello. Lo que si siento en todo mi ser es un inmenso amor por mi, por mi familia, por los verdaderos amigos, un amor que no es nuevo, que no es fabricado, creo que solo fue refrescado por la brisa que llega después de ver al precipicio. 

Siguen muchas cosas, no hay mal que por bien no venga, así que... ob la di ob la da