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No estoy enamorada, pero amo a un hombre.
A cierta edad, la química del enamoramiento dura menos y las realidades se evidencian como las imagenes en una ventana con vaho, no tan rápidas como para confundir, no tan lentas como para perderse mirando.
Hoy hacen 5 grados celsius y duermo sola. Ayer dormí con él, tibia, arrullada, apretada; siento apego, no dependencia. Lamentablemente, en los últimos tiempos hablar de apego a una persona está satanizado, es visto como signo de dependencia emocional, infantilismo e inmadurez; las corrientes económicas capitalistas neoliberales nos han interiorizado la idea del individualismo y nos han llevado a defenderlo a costa de nuestra salud emocional, soy solo.

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Casi un año después, duermo todas las noches con ese hombre. Alguna será la última, hoy no. 

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